Mi sombra y yo

No es posible huir de una misma por mucho tiempo, por lo menos no sin pagar un precio muy alto. Demasiado alto, quizás: mi libertad, la posibilidad de ser, escoger mi camino y vivir mi vida como deseo hacerlo.

Ya lo he intentado. Huir, quiero decir. Si. Ya lo he intentado mucho. Pero, inevitablemente, todas las veces me ha resutado una tarea tan imposible y absurda como querer huir de mi sombra a plena luz del día. Mi sombra que soy Yo también.

No existe una manera sana de disociarse de sí misma sin incluirse en algún cuadro diagnóstico de lo peor de la psicología. Eso es seguro. Pero muchas personas terminan por lograr –tristemente– una manera de omitirse a sí mismas y pasar por alto la posibilidad de vivir sin tener que vender su alma a lo que otros le exigen ser y esperan que sea. Triste. Porque una vez que logras cierto distanciamiento entre tus partes, poder reconciliarlas resulta ser un proceso sorpresiva y dolorosísimamente difícil. Yo todavía lucho por lograrlo sin consenguirlo totalmente. No todavía. Hay, dentro de mí, muchos puentes que reconstruir y mucho perdón que pedirme y otorgarme a mí misma por todo lo que me he forzado a pasar con tal de no ser ésa persona señalada por negarse a vivir como todos esperaron que lo hiciera.

Si. Increíble.

Muchas veces creemos estar viviendo como verdaderamente deseamos hacerlo y de repente un día te levantas de tu cama y no eres capaz de reconocerte en el espejo, tu cuerpo te es ajeno, ésa persona a tu lado te resulta extraña y mientras sirves el café, te preguntas qué estás haciendo. Pero, la respuesta es tan dura que prefieres apegarte a tu rutina y a todo aquéllo que puedes hacer sin pensar para poner el resto de ti a dormir. Pero, es sólo éso: un sueño. Y de los sueños se termina siempre por despertar. Yo aún siento que fue ayer cuando desperté angustiada y sudorosa dentro de mi propia vida, sola y sometida.
Cansada y exhausta pero decidida a despertar.

Sorprendida y asustada pero decidida a cambiar.

Si.

Cuando Peter Pan perdió su sombra, tuvo como primer y único impulso recuperarla a toda costa y así llegó a la habitación de la hermosa Wendy. Ésa es la misión de todas las sombras, supongo, llevarnos a donde se supone que debemos ir. Y es un hecho curioso el que, al describir el concepto de Sombra, ésta se describa como algo indivisible e inseparable de cada quien. Nuestra sombra es real e irreal a un tiempo, reproduce nuestras formas pero no es palpable y sus dimensiones varían según el ángulo de la luz. Nuestra sombra aparece y desaparece y no puede ser atrapada ni contenida en vasija alguna. Tal y como el alma. 

Será por eso que resulta siempre imposible huirle a nuestra sombra, a ésa voz interior que nos define, que nos grita quienes somos cuando pretendemos olvidarlo; que nos sacude en sueños para recordarnos nuestros deseos, que permanece siempre atada a alguna parte de nosotros a la espera de que descubramos que es imposible alejarnos de ella porque somos quienes somos y no podemos ser nada distinto de éso. Y cuando logramos juntar la soberbia y las fuerzas suficientes para tratar de omitirnos a nosotros mismos, nuestra sombra –como el mar– suele venir a reclamar lo que le hemos pretendido arrebatar: la libertad, la posibilidad de ser, escoger nuestro propio camino y vivir la vida como deseamos hacerlo.

Somos una sola persona, mi sombra y yo. Aunque no siempre la escuche y frecuentemente tome el camino mas largo y mas difícil hacia mí misma.

Escrito el 18/01/2008