Teoría Vs. Práctica

Serie Recuento #11

Buda, decía que la razón por la cual somos presa de nuestras emociones y nuestras pasiones, es porque pretendemos negarlas cuando éstas aparecen, que el ciego empeño por no sentir lo que no deseábamos sentir hacía que fijáramos nuestra atención en ése único sentimiento, poniéndolo así, en el primer plano y agrandando su importancia y su intensidad con nuestra fija atención. Decía, que la única manera sana de sentir, era la acepatación de lo que se sentía. Nada más.

La teoría nos dice entonces, que aceptando las cosas que sentimos del modo en el cual las sentimos, sin ponerles ni mayor ni menor atención que al resto de nuestras pasiones y sentimientos, facilitamos el paso de tales elementos y abandonan nuestro ser en el momento preciso sin haber permanecido ni más ni menos tiempo del necesario para experimentarlos.

Me encanta ésta teoría pero, la verdad, es que creo que es muy vaga dado que no se explica en ningún lado cómo hacerlo.

Es como pedirle a un niño que pinte un Picasso y no decirle quien era el pintor ni cómo pintaba ni qué lo inspiraba ni nada. Es una instrucción incompleta, ciega, imposible de seguir, por así decirlo.

En mi búsqueda de respuestas, que ha sido larga y llena de todo tipo de desastres naturales, he leído mucho sobre estas cosas. Y lo que más curioso me ha parecido, es que las lecturas espirituales dicen una cosa y las de psicología dicen exactamente lo contrario. Quizá, dejar de leer tanto de todo me ayudaría a llegar a alguna rápida conclusión. Cualquiera que sea. Pero también quizá, esto ha sido parte de mi búsqueda y me corresponde aprender a distinguir cuál es el mejor camino para mis pies.

Recientemente, debí pronunciar un muy doloroso adiós.

Sí.

Me vi obligada a dejar ir algo que me mantuvo presa por mucho tiempo y que me negó muchas cosas. Y hoy, me asalta el dolor de saber que —de hecho— lo hice, he cumplido con lo que creí que era correcto. Solo que no se siente así. 

No.

Se siente como si me hubieran arrancado un pedazo del cuerpo, uno que —sin saber por qué— extraño al caminar, al escribir, al meditar, al dormir. Guardé por tanto tiempo estas cosas de las que ahora me debo despedir sabiendo que no tengo ningún otro remedio y que ahora me toca seguir sin todo eso, que ahora creo que extrañaré su peso. Por eso regresé buscando las enseñanzas de Buda, aquéllas que alguna vez me ayudaron tanto. Pero, releyendo, me encontré preguntándome el por qué, el cómo, el cuándo pasó todo esto. Porque, honestamente, no lo entiendo.

Siempre supe lo que sentía, pero darme cuenta de con cuánta intensidad lo sentía fue una gran sorpresa. Y, de hecho, siempre creí que había puesto las enseñanzas en práctica, pues sentía que no había negado nada y que, muy al contrario, había aceptado con madurez mis pasiones y mis sentimientos lidiando con los conflictos que me causaron del modo más racionalmente posible, dadas las circunstancias.

Pero, hoy, me pregunto si fue realmente aceptación o si fue entrega y ni siquiera soy capaz de ver la diferencia.

Pero, como reza aquél cuento: «ésto, también pasará».

Vuelvo a citarme con un texto de una Novela inconclusa:

«A veces, en medio de nuestros planes, permanecemos ciegos de las posibilidades, ciegos de las pistas que la vida nos da para empezar a enmendar o a cambiar de rumbo; permanecemos ciegos con la mirada terca y negada a mirar en otra dirección que no sea la de los planes ya establecidos. Y entonces, cuando surge la verdad inmensa bajo nuestros pies gritando que vamos en la dirección equivocada: «(…) La vida se parte en dos. La vida se rasga, se corroe lenta, se gasta de a poco. Y quedamos preguntándonos qué hicimos mal, qué esquina cruzamos y no debimos, qué tanta fuerza hace falta para seguir y que tantas ganas tenemos de seguir viviendo así.

Cuando la vida te sorprende así, con las manos en el pecho haciendo una cruz para cubrirte del impacto; con los ojos cerrados queriendo no ver lo que está a la vista y la cara desfigurada en una expresión de pánico por no saber qué sigue después de este choque, de esta nueva visión del mundo, de este miedo. No queda más que sobrevivir. No queda más(…)»

Originalmente publicado en MySpace con fecha 2 de mayo, 2008


Este es el post #11 de la Serie “Recuento”. Para seguir leyendo sobre la serie, puedes continuar al post #12 «Del latín. Amor, -ōris«, puedes leer el post introductorio «Cada novela es un viaje interior«, o el post CERO sobre esta serie «La razón de este viaje interior«, que es en donde hablo del porqué decidí hacer esta serie de publicaciones tan íntimas.



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3 Comentarios

  1. Hola “simplemente Velazquez”, quiero felicitarte por tu articulo; es impecable, como todos. Aunque no te lo diga siempre, sabé que, seguramente como a mucho otros, me apasiona leerte. Será porque tenes la inigualable capacidad de hacerme sentir que estás hablando de mí, (o hablándome a mí). Quizá sea por eso. La precisión quirúrgica con que describís los estados mentales y emocionales por los que pasé y paso, me hacen estremecer; clavas cada una de tus palabras en mi pecho y hasta empañas mis ojos con mucha frecuencia.
    Es tan cierto eso de mirar para otro lado cuando las señales aparecen!… A veces pasamos años (incluso décadas) tratando de ahogar esas señales que se manifiestan. Terror porque indican algo que nos aterra, porque sabemos que reconocer su existencia nos conducirá a un rechazo y discriminación que no tenemos la capacidad de soportar. Y es por eso que “preferimos” ignorar. “El ciego empeño por no sentir lo que no deseábamos sentir” nos hace intentar mil veces sentir aquello que no nos sale, pero que conforma al resto, porque se encuadra dentro de lo que esperan de nosotros. En mi caso, los “planes” con los que me aturdo fueron siempre mi mecanismo de evasión. Pero a pesar de todo siento que he dado grandes pasos desde mi interior. Ya no evado, ya no callo como antes y ya no trato (al menos de una manera tan enfermante) de ocultar. No sé si el camino que me falte por recorrer será más extenso que mi propia vida. Espero que no. Realmente deseo, profundamente deseo que no.
    Busco cada día al amor de mi vida, ese que vibre con mi misma frecuencia, ese que me traiga una profunda paz interior. Lo pienso, sin rostro, y puedo sentir la paz que me provoca en el corazón.
    Gracias infinitas, por estar del otro lado. Por favor no dejes nunca de seguir “escribiendo sobre mí ”
    Abrazo enorme.
    Paula.

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    1. Hola Pau, no sabes cuánto agradezco tus palabras, es una forma de validar que finalmente estoy en el camino correcto. Siempre me dije: si mis palabras logran cambiar una sola vida para bien, mi misión en este mundo estará cumplida. Que me hagas saber que te ayudo, que te ves, que te «despiertan» mis palabras me da piso y me razones para seguir. Mil gracias por estar.

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