Con el alma libre

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Hasta hace poco, creía que las razones por las que analizaba y reflexionaba tanto sobre el amor, se relacionaban con mi incapacidad -en aquél momento- de permitirme encontrar a la persona correcta para mí, o quizás por mi negativa de aceptar que no estaba obligada a sufrir los malos amores que sufrí. Aún no lo tengo claro, lo confieso, pero me alegra sentir, me alegra saber, aunque no sepa cómo es que lo sé, que ya no es así.

No sé cómo pasó, supongo que la terapia finalmente rindió frutos claros, pero de cualquier forma que haya pasado, me complace el poder decir que mi corazón ha cambiado, que ya no teme mirar en otras direcciones, que ya no se siente obligado a nada ni encadenado al deber ni doblegado ante las miradas condenatorias. Mi corazón ya no se siente esclavo del libro de las normas al que se supone que debemos vivir apegados para que la vida sea correcta. Y de hecho, me alegra haber descubierto que la vida, mientras no se haga daño a otros, siempre es correcta; no existe una forma equivocada de amar si el amor es real y no hiere a nadie, no existe una manera equivocada de vivir si hay amor en tu vida, no existe una forma equivocada de sentir si lo que se siente saca lo mejor de uno.

Tantas cosas nos son enseñadas con el único fin de sembrar el miedo, que después de un tiempo, para muchos es imposible recuperarse a sí mismos, distinguirse entre tanto miedo para levantarse y emprender el viaje que estaba destinado para nosotros.

Quizás, situaciones como la mía y como la de tantas personas como yo, son una forma que el universo tiene de recordarnos la importancia de mantenernos libres, la importancia de ser capaces de distinguir lo que tenemos dentro, la importancia de ser capaces de sentir sin miedos, de amar entendiendo que nadie puede decirnos a quien amar o cómo; quizás todo esto no sea más que una forma que el universo tiene de forzarnos a recordar que fuimos creados perfectos, capaces del amor incondicional, capaces de los sentimientos más nobles y profundos, pero sobre todo, quizás sea una forma de forzarnos a recordar que somos en escencia libres y que no debemos vivir a merced de los miedos de nadie ni esclavos de las creencias de otros.

La máxima en la que los sabios siempre han coincidido sigue siendo la misma: el amor lo es todo y el amor no tiene límites ni puede ser encarcelado.

Si.

Han pasado mil cosas desde la última vez que me entregué a mis textos. Lo más importante, fue entender que mi alma es libre y lo más difícil fue dejarla en libertad.

Escrito: 04/07/2009